La
mayoría de las personas conocen los efectos que el alcohol produce sobre el
sistema nervioso, pues estos son más que evidentes (como vimos en el postanterior), pero lo que muchos deportistas desconocen es que el consumo agudo de
alcohol puede interferir seriamente en los procesos hormonales que están
implicados en los procesos de recuperación del deportista.
Tras
la ingesta moderada-alta de alcohol se producen una serie de modificaciones en
los niveles de múltiples hormonas corporales. Una de las alteraciones más
conocidas, por ser muy evidente, es la inhibición
de la hormona antidiurética (ADH). La ADH aumenta la reabsorción renal de
agua limitando por tanto la cantidad de agua que se elimina a través de la
orina. El consumo de alcohol, por tanto, provoca un aumento de la diuresis que
favorece la deshidratación. Debemos recordar que la deshidratación es el primer
factor limitante del rendimiento deportivo y que restablecer la correcta
hidratación es el primer objetivo nutricional tras un entrenamiento y/o
competición.
El
alcohol interfiere en los mecanismos
centrales de termorregulación, dificultando en los deportistas la capacidad
de regular correctamente su temperatura corporal, disminuyendo la tolerancia
tanto a las altas como a las bajas temperaturas. También induce hipoglucemia reactiva
pues estimula la producción de insulina
en el páncreas tras una comida rica en carbohidratos. El alcohol dificulta
los procesos de gluconeogénesis y disminuye la captación por parte del músculo de
los productos gluconeogénicos lactato y glicerol. Todo esto tiene como
resultado una disminución de la
disponibilidad de sustratos energéticos para el músculo.
Varias
son las hormonas implicadas en los procesos de recuperación y adaptaciones al
entrenamiento. Las más importantes son la testosterona
y la hormona del crecimiento. La
testosterona es una hormona de efecto anabólico, con importantes funciones en
el aumento y mantenimiento de la masa muscular. Algunos estudios han observado
que ingestas moderadas de alcohol puede producir un leve aumento de los niveles
corporales de testosterona, pero ingestas elevadas, superiores a 1,5 g de
alcohol por kg de peso corporal provocan una disminución dosis-dependiente de los niveles de testosterona. El
alcohol a estas dosis inhibe la síntesis y la liberación de testosterona por
parte de los testículos, ya que funciona como una toxina para los mismos, no
presentando ninguna influencia en las señales hipotalámicas a los testículos.
En las
mujeres parece que el alcohol tiene el efecto contrario, ya que produce una
activación de las glándulas adrenales resultando en una mayor producción de andrógenos, pudiendo provocar
alteraciones en le ciclo menstrual, problemas de fertilidad, etc., derivados
del desequilibrio entre andrógenos/estrógenos.
Sobre
cómo afecta el alcohol a los niveles de hormona del crecimiento, los estudios
no son muy concluyentes, aunque varios han observado una reducción en los niveles plasmáticos tras el consumo masivo de alcohol.
El
consumo de alcohol también produce alteraciones en los niveles séricos de
cortisol. El cortisol es una hormona esteroidea sintetizada en las glándulas
suprarrenales, que se libera en respuesta al estrés. Funciona como una hormona
catabólica; sus funciones principales son la de incrementar los niveles de
azúcar en la sangre, suprimir el sistema inmunológico y favorecer el
metabolismo de las grasas, proteínas y carbohidratos para su conversión en
energía. El consumo masivo de alcohol
(1,75 g por kg de peso) produce una gran elevación de los niveles de cortisol
en sangre, pues induce la liberación
de ACTH en el hipotálamo que a su vez estimula a las glándulas suprarrenales
para la producción de cortisol. Los niveles elevados de cortisol interfieren
enormemente en los procesos de recuperación muscular, favorecen la depresión
del sistema inmunitario y, junto con niveles bajos de testosterona, favorece el
desarrollo del síndrome de sobre-entrenamiento.
El
consumo agudo de alcohol también provoca una subida de los niveles séricos de miostatina. La miostatina es sintetizada
por las células musculares con un potente efecto inhibidor del crecimiento
muscular. Por tanto, el consumo elevado de alcohol interfiere en el desarrollo
normal de los músculos ya que la elevación de los niveles de miostatina influye
negativamente en los procesos de
síntesis proteica.
La
IGF-1 (o factor de crecimiento similar a la insulina) es una proteína liberada
por gran parte de los tejidos corporales y, al igual que la insulina (hormona
liberada en el páncreas) tiene importantes efectos anabolizantes. Ambas inician
señales intracelulares de crecimiento celular y participan estimulando la
síntesis proteica. Estudios realizados in vitro han observado que en presencia de etanol, la habilidad de la
IGF-1 y la insulina de estimular la síntesis de proteínas musculares disminuye
entre un 30 y un 60%.
Como
conclusión podemos decir que el consumo excesivo de alcohol influye muy negativamente en los niveles de
señalizadores extra e intracelulares que participan en los procesos de síntesis
de proteínas y en los niveles de hormonas que favorecen los procesos anabólicos
y de recuperación: Esta información debe ser tenida en cuenta por los
deportistas, que deben evitar la práctica de ingestas masivas de alcohol
después de los entrenamientos o competiciones, relativamente frecuente sobre
todo en deportes de equipo. Tanto entrenadores como educadores y personal
sanitario al cuidado de los deportistas deben
realizar acciones específicas para fomentar y educar en un consumo
responsable de alcohol.
Fuentes consultadas:
Federación
Española de Medicina del Deporte. Uso del alcohol. http://www.femede.es/page.php?/OtrosDocumentos/UsoAlcohol
Vella LD, Cameron-Smith D. Alcohol,
athletic performance and recovery. Nutrients. 2010 Aug;2(8):781-9. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3257708/
Bianco
A. Et al. Alcohol consumption and hormonal alterations related to muscle
hypertrophy: a review. Nutrition & Metabolism 2014, 11:26. http://www.nutritionandmetabolism.com/content/11/1/26
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