martes, 17 de junio de 2014

LA RAZÓN FRENTE AL INSTINTO, HACIA LA INTELIGENCIA EMOCIONAL


Son las 8.30 h de la mañana, y el noticiero matinal abre su sección de sucesos con una noticia que como mínimo hace reflexionar sobre cómo el instinto puede “anular” nuestra capacidad de razonamiento cuando es la supervivencia o la protección de nuestra prole, las que están en juego (noticia). Christina, una mujer, que en otras entrevistas aseguró que le aterrorizaban las alturas hasta el punto de quedarse paralizada en los pisos más altos de los edificios, no dudó en saltar por la ventana de su casa al verse sorprendida por un fuego que la tenían, a ella y a su bebé de 18 meses, acorralada.

Sin embargo, ahí no acaba la hazaña, ya que la heroica mamá, consciente de la temprana edad de su pequeño, y de que el fuerte impacto que podría sufrir su hijo en la caída, podía costarle la vida, decidió agarrarlo con fuerza a su vientre y arrojarse al vacío de espaldas, para que su propio cuerpo sirviera de parachoques del bebé.

Como resultado del malogrado accidente, la mujer tuvo múltiples traumatismos, la mayoría concentrados en la columna vertebral, con la rotura de varias vértebras y la sección de la médula espinal en varios puntos.

Hoy relata esta historia postrada en la cama, ya que las lesiones en la columna posiblemente no le dejen volver a caminar, pero la sonrisa en su cara son el reflejo de la satisfacción de haber conseguido su objetivo, ya que su hijo, no sólo sobrevivió al terrible accidente, sino que no tuvo ninguna contusión grave y goza de una salud de hierro.

Ante esta noticia, la pregunta que nos podríamos hacer es ¿Qué ocurre en el cerebro del ser humano para que ante determinadas circunstancias los conductas instintivas se superpongan a la lógica del razonamiento? ¿Somos entonces más animales de lo que creemos?.

La respuesta, como siempre que se habla del sistema nervioso, resulta complicada, ya que a la hora de tomar una decisión en una situación límite intervienen muchos factores, y no se sabe muy bien por qué cada persona reacciona de manera diferente cuando entra en juego el instinto, si bien, éste es característico y similar en todos los individuos propios de una misma especie.

Para comenzar, se puede decir que nuestro cerebro está a su vez, dividido en tres cerebros, el cerebro reptiliano, el sistema límbico y la corteza cerebral o neocortex. De ellos, el primero es el más primitivo de los tres. Proviene de la época de los reptiles y se encarga de las funciones vitales involuntarias del individuo, como respirar, o regular la temperatura del cuerpo, rigiéndose únicamente por la respuesta a un estímulo.

El sistema límbico, formado por hipotálamo, amígdala e hipocampo, apareció con los primeros mamíferos, y es el responsable de los instintos y emociones, tales como el instinto maternal, las conductas agresivas, de miedo, de celos, etc,…

Por último, el neocortex, que se encuentra en la parte más superficial del cerebro, y es el más reciente de todos, se encarga de integrar los diferentes estímulos procedentes del interior y exterior, generando respuestas lógicas acordes a los mismos.

Estos tres cerebros trabajan de manera coordinada generando respuestas que permitan una mejor adaptación al medio. La coordinación entre ellas resulta básica para dar la respuesta más exitosa. Sin embargo, dado que el ser humano es el último eslabón de la cadena evolutiva, cabría pensar que nuestros cerebros más primitivos, son precisamente los que menos  intervienen en nuestro día a día. Pues bien, nada más lejos de la realidad, debemos ser conscientes de que gran parte de las sensaciones que experimentamos a lo largo de una jornada provienen de estas regiones ancestrales, aunque, en nuestro caso,  después le demos un sentido lógico o de control, gracias a la intervención de diferentes áreas de la cortex cerebral.

La importancia de cada uno de ellos vendrá dada por la situación y la propia persona. Veamos dos ejemplos para hacernos a la idea de esta participación.

Cuando una madre aparta a su hijo del borde de la acera por el temor de que sea arrollado por un vehículo, independientemente de que en ese momento pase o no un coche, viene dado por un instinto de protección originado en el sistema límbico, con poca intervención de los razonamientos procedentes de la corteza frontal. Simplemente se le aparta ya que esta respuesta lo único que pretende es la supervivencia de la prole.

 
Una situación bien diferente, es la que se encuentra en una entrevista de trabajo. En esta ocasión, lo que la persona pretende es proyectar una imagen de control y seguridad, por lo que debe ser el cortex cerebral el que tenga una mayor intervención para dar las respuestas más coherentes al entrevistador. Sin embargo, el sistema emocional, aquel que aparece sin lógica alguna cuando salimos de nuestra zona de confort, puede jugar una mala pasada, originando una sensación de nervios y angustia difícil de controlar, aumentando la frecuencia cardiaca y respiratoria como respuesta al estrés, e incluso pudiendo anular la lógica del razonamiento, sintiéndose incapaz de comprender y responder a las preguntas formuladas por esa otra persona. Aunque es imposible controlar la aparición de esta emoción, lo que sí puede hacer el sistema nervioso, es gestionarla a nivel de la corteza,  “controlando” la situación para responder coherentemente a las preguntas del entrevistador.

Como se puede apreciar en estos dos ejemplos, el sistema límbico tiene un gran protagonismo en nuestro día a día. Así, en el trágico accidente  de Christina, en el que el instinto de supervivencia y maternal, obraron conjuntamente para no dudar en saltar con la intención de sobrevivir, fue el razonamiento el que le permitió pensar que si lo hacía de espaldas su cuerpo serviría de protección a su hijo contra el impacto. Así, el éxito del resultado, cuyo objetivo último era salvar la vida de su bebé, vino dado por una rápida toma de decisiones en la que las diferentes partes del cerebro tomaron parte.

Como última reflexión, se puede decir que la base de nuestra evolución no viene dada por la anulación de nuestra parte emocional más primitiva, ya que precisamente ésta es la base de nuestra supervivencia y la relación con el medio que nos rodea, pero sí que la gestión de los instintos y emociones será crucial para adaptarnos con más éxito a situaciones de conflicto, de miedo, de inseguridad…que por un momento, y de manera inevitable, nos  apartan de nuestro estado de confort. Será esta la base de la  inteligencia emocional.
 
Fuentes consultadas
 
Autor: María Antonia González González
 
 
 

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